Antes de empezar a instalar los setos e islas de vegetación alrededor de nuestros cultivos debemos de analizar si el suelo que tenemos es apto o no para las plantas, y uno de los componentes del suelo que debemos de analizar es su TEXTURA.

El término «textura» hace referencia a los porcentajes de arenas, limos y arcillas que contiene un suelo, siendo la textura franca (40% de arena, 40% de limo y 20% de arcilla) el ideal para la mayoría de las plantas, por lo que el contenido de este artículo es igualmente válido para el suelo de nuestros cultivos agrícolas.

Con una textura franca las raíces de las plantas cuentan con una serie de ventajas con respecto a otros tipos de texturas, como son:

  • van a tener una gran facilidad de penetración en el suelo
  • van a contar con una buena aireación por su porosidad (no olvidemos que las plantas también respiran a través de sus raíces),
  • van a tener un buen drenaje, evitando de esa manera los encharcamientos,
  • y ayudan a formar un excelente complejo arcillo-húmico, contribuyendo así a una óptima absorción de los elementos minerales (lo trataremos en el Capítulo 4).

 ¿Y cómo podemos saber cuál es la textura de nuestro suelo? De una manera científica se puede conocer a través de un análisis de suelo realizado por un laboratorio oficial (con su correspondiente factura), pero también podemos aproximarnos bastante a la determinación de su textura de una manera “más casera”, pero no por ello menos exacta.

En primer lugar, procedemos en zig-zag a la toma de unas diez muestras del suelo (unos 100 gramos/muestra) a una profundidad de 20 cm (o sea, dentro de la capa arable), eliminando previamente las piedras grandes o la materia orgánica húmeda o seca que haya justo encima de la zona de muestreo.

El total de tierra extraída (un kilogramo) se mezcla entre sí y, tras su homogenización, procederemos a extraer unos 100-300 gramos de ese kilogramo y lo introduciremos en un bote de cristal de unos 500-1.000 ml de capacidad, siendo muy importante que los bordes que continúen con la base de dicho bote formen ángulos rectos, ya que en caso contrario los cálculos matemáticos que posteriormente vamos a realizar quedarán desvirtuados.

Si consideramos que los 100-300 gramos de tierra que están dentro del bote de cristal equivalen a 1/3 en volumen, añadiremos al interior del bote unos 2/3 en volumen de agua. A continuación, cerramos el bote con su tapa y agitamos vigorosamente, tras lo cual dejaremos reposar su contenido durante las próximas 24 horas.

Tras ese reposo observaremos que habrán aparecido tres capas, una inferior de arena, una intermedia de limo y otra más superficial de arcilla, fácilmente distinguibles a simple vista entre sí por sus diferentes tonalidades.

Si procedemos a medir la altura total de la muestra y el grosor de cada capa podremos saber qué porcentajes de arena, limo y arcilla contiene nuestro suelo, veamos un ejemplo práctico:

Altura total de la muestra…………………..: 12 cm

Grosor de la capa de arena…………………: 3,6 cm

Grosor de la capa de limo…………………..: 4,8 cm

Grosor de la capa de arcilla………………..: 3,6 cm

A continuación, y con una simple regla de tres, ya podemos calcular sus porcentajes:

Caso de la capa de arena:

Si 12 cm……. equivale al 100%

3,6 cm………. equivale a X

Por lo que X = (3,6 x 100) / 12 = 30%

Y si repetimos esos cálculos con el limo y la arcilla, comprobaremos que sus porcentajes son, respectivamente, 40% y 30%.

¿Y cómo saber ahora a qué textura se corresponden esos porcentajes?

Pues muy fácil, por medio del Triángulo Textural del USDA

Fuente FAO.org:  https://www.fao.org/fishery/docs/CDrom/FAO_Training/FAO_Training/General/x6706s/x6706s06.htm#56a

Las flechas de color negro nos indican la dirección en la que debemos de trazar las líneas que parten, en este caso, desde el 30% de arena, del 40% del limo y del 30% de arcilla, entrecruzándose las tres líneas en un tipo de suelo denominado “franco arcilloso”…., en la práctica no es una mala textura, ya que se acerca bastante al suelo franco (recordemos, 40% de arena, 40% de limo, 20% de arcilla), por lo que se puede afirmar que, afortunadamente, nuestro suelo va a ser muy apto para instalar nuestros setos e islas de vegetación (¡¡y también lo sería para nuestros cultivos agrícolas!!), no siendo necesario realizar ninguna actuación para su mejora.

¿Y si la textura nos hubiese salido cercano a uno de los tres vértices de dicho Triángulo? En estos casos tendríamos unos suelos calificados como arenosos, limosos o arcillosos, lo que implicaría que, por diferentes motivos, las plantas tendrían serios problemas para crecer, lo que nos obligaría a intervenir para mejorar sus texturas… ¿Qué tenemos un suelo muy arcilloso? Pues la solución sería añadir sus porcentajes de arena…. ¿Y si lo tenemos muy arenoso? Pues su al revés, incorporaríamos tierra que tenga altos contenidos de arcilla.

Lee aquí la presentación de nuestra Guía para la implantación de plantas reservorio en las
explotaciones agrícolas.